Manuel Azaña

El cocinero leonés que Azaña “robó” al L’Hardy

 A Manuel Azaña le gustaba comer bien y era un habitual del L’Hardy donde había un cocinero leonés, Epifanio García, al que el político convenció para que se fuera con él.

Otra curiosa historia relaciona al citado restaurante L’Hardy, que ha ido a parar a manos maragatas, con León y el que fuera presidente de la República, Manuel Azaña, cuyo gusto por la buena mesa no es ninguna novedad. De ello habló y escribió muchas veces el propio político. Y quien satisfacía su pasión era un cocinero leonés. Tampoco lo ocultaban algunos de sus amigos republicanos, como AlbertiNeruda Buñuel.

Pero ¿era para tanto su pasión por la comida? ¿hasta dónde llegaba? Una anécdota puede tener la explicación. La cuenta Isabelo Herreros en su libro ‘El cocinero de Azaña. Ocio y gastronomía en la República’. El político era cliente habitual del restaurante Lhardy, especialmente adicto a sus cocidos y platos de bacalao. Al acceder a la Presidencia de la República debía abandonar su costumbre de ir a aquel local de la Carrera de San Jerónimo y no se lo pensó dos veces, envió a su secretario para que le propusiera al chef ser su cocinero personal.

El maestro del cocido y el bacalao era Epifanio Huerga Fernández, un leonés de 37 años que aceptó a la primera, sin pensárselo dos veces, pues además de cocinero era militante de la UGT y gran admirador de Manuel Azaña. Sin embargo, aquella ilusión se convertía en el comienzo de un largo peregrinar para el cocinero siguiendo los pasos del nuevo presidente de la República, al que acompañó a las diversas sedes que a lo largo del país tuvo la Presidencia durante la Guerra Civil, no le abandonó cuando se fue a Francia y también estuvo con él en las cárceles franquistas…

Hasta 1940. En este año Epifanio Huerga sufre uno de sus peores tragos. Las deportaciones y exterminios entre los más cercanos a Manuel Azaña eran habituales en aquellas fechas y el cocinero leonés es uno de los que la sufre pues nunca se había separado de él, en la sombra pero siempre a su lado. El citado Isabelo Herreros ha investigado este momento. «Llamaron a su puerta en el pueblo francés de Pyla Sur Mer, una mañana de julio de 1940, unos agentes de la Gestapo que colaboraban con la policía española en la captura de dirigentes republicanos españoles acogidos a exilio».

Tuvo mala suerte el cocinero pues cuando fue detenido ya tenía pasajes para poder marchar hacia México, con su mujer y sus tres hijas. Una de ellas, Angelina, afirma que nunca pudo olvidar la irrupción de aquellos alemanes, a las 7 de la mañana, como tampoco se le ha borrado de la memoria el frío de aquella noche en la que siendo unas niñas atravesaron la frontera huyendo de su país hacia Francia.

Artículo original F. Fernández https://www.lanuevacronica.com/

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