El doctor Peset Aleixandre, pionero en Europa en la lucha contra los virus y las bacterias, fue sentenciado a muerte en 1941.
La sentencia de muerte por “rebelión”, dictada en marzo de 1940, se ejecutó a las seis de la tarde del 24 de mayo de 1941. El doctor Juan Bautista Peset Aleixandre moría por los disparos de un pelotón de fusilamiento en el tristemente conocido como “paredón” de Paterna, Valéncia. Por la mañana había operado a un compañero de prisión de una hernia. Con su ejecución, el franquismo se libraba de otro hombre leal a la República que no había cometido ningún delito. Pero con su muerte, con tan sólo 55 años, desaparecía uno de los médicos y científicos más reputados de Europa en la lucha contra las pandemias.
Peset era un investigador único en el campo de la epidemiología y virología, pionero en la elaboración de vacunas como la que logró contra el pneumococo, responsable de las complicaciones pulmonares de la gripe de 1918 , en colaboración con los doctores Colvée y Rincón de Arellano. Estuvo a la vanguardia en España en los trabajos de campo para la detección, contención y análisis de infectados por bacterias o virus. Sus artículos en este terreno tienen plena vigencia en la manera como se está actuando contra la pandemia del coronavirus.
El doctor Peset, que se licenció con sólo 22 años en València, era un científico tenaz y apasionado por su trabajo, y solía definirse como “un hombre de laboratorio”. Miembro de una familia de amplia tradición en el campo de la medicina, quiso estar al día de los avances en Europa contra las pandemias que a principios del siglo XX diezmaban regularmente a la población por los brotes y por las malas condiciones higiénicas de las ciudades.
Una de sus obsesiones fue la manera de afrontar la fiebre tifoidea. Cuando fue jefe de laboratorio bacteriológico de Sevilla, donde en 1910 obtuvo la cátedra de Medicina Legal y Toxicología en la universidad de esta ciudad, fue comisionado para estudiar en París la vacuna ideada por Hyacinthe Vincent y, al volver, empezó a elaborarla en el laboratorio andaluz con el fin de iniciar las primeras campañas de vacunación por la provincia.
Cuatro años después fue nombrado catedrático de Medicina Legal de la Universidad de València y retomó esta actividad investigadora. Su papel fue determinante durante las epidemias que se sufrieron en Cheste (1916) y en Torrent (1917). “Nos podemos hacer una idea de la magnitud de esta tarea por el hecho de que fue condecorado dos veces por el gobierno español”, señala Felip Martínez Monzón, del Departamento de Historia de la Ciencia y Documentación de la UV, en la biografía que elaboró del doctor Peset. “Y no solamente eso: Vincent, creador de la vacuna, se refirió a él como l’apôtre de la vaccination, y en 1918 fue invitado a hacer una conferencia sobre la vacunación antitífica en la Facultad de Medicina de París, al mismo tiempo que fue nombrado miembro honoris causa de la Société de Thérapeutique”.
La doctora Carmen Barona Vilar, en su obra Las políticas de salud: la sanidad valenciana entre 1855 y 1936, editada por la UV en 2006, relata que, cuando se detectaron los brotes de Cheste y Torrent, “allí se desplazaron los doctores Peset Aleixandre y Torres Balbí, para recoger y analizar muestras de sangre de enfermos residentes en puntos distantes de la población y cuyos resultados fueron demostrativos de fiebres tifoideas”.
La autora subraya que su investigación encontró el origen del brote, la presencia de colibacilos, en el agua de abastecimiento de la población. “La confirmación del diagnóstico de fiebres tifoideas hizo que se ofertase sistemática y gratuitamente la vacuna a todos los vecinos”. Esta estrategia de actuar con energía sobre el terreno en los brotes se repitió en Buñol en 1918 y en los de Beniarrés y Enguera en 1920.
Felip Martínez destaca que no menos importante fue la actividad que llevó a cabo durante la epidemia de gripe de 1918 en España al conseguir una vacuna contra el pneumococo, microorganismo que habían identificado en todos los casos más graves y que era el causante de las complicaciones respiratorias de la enfermedad. Su papel en esta crisis sanitaria también fue muy valorado entre la comunidad médica, como lo acredita la opinión de Fernando Rodríguez Fornos, clínico de prestigio y catedrático de la Facultad de Medicina de València, que consideraba que las investigaciones de Peset sobre la gripe eran las que se habían hecho “con más rigor y seriedad científica” de todo el estado, además de ser las que estaban “más en armonía con lo que la clínica enseña”.
Sus artículos científicos fueron publicados en las revistas más prestigiosas de la Europa de su tiempo, como la francesa Bulletin de l’Académie Nationale de Médecine o la alemana Chemisches Zentralblatt, y citados en textos como la toxicología química de Léon Barthe, profesor de la asignatura en Burdeos, el tratado de química toxicológica de su maestro Ogier o el tratado de medicina legal de los españoles Lecha Martínez y Lecha Marzo.
Peset era también un hombre de profundas convicciones políticas. Fue militante de Acción Republicana y, más tarde, de Izquierda Republicana, ambos partidos fundados por Manuel Azaña. Como presidente de Izquierda Republicana en València, fue candidato del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, resultando elegido diputado en listas abiertas a las Cortes españolas por València. El 26 de mayo de 1935 participó en el multitudinario mitin de Manuel Azaña en València, en el campo de Mestalla, que reunió a sesenta mil personas.
Durante la República fue rector de la Universitat de València y durante la Guerra Civil prosiguió sus labores humanitarias, ayudando asimismo a perseguidos por las milicias en la zona republicana, llegando a refugiar a gente en su propia casa, lo que fue expuesto durante el juicio pero de nada le sirvió. Fue comisario civil del Ejército, inspector de los hospitales de guerra y responsable de varios hospitales, lo que compaginó con su labor de diputado.
Tras la guerra, mediante una orden publicada el 29 de julio de 1939, el doctor Peset, como otros muchos docentes e investigadores, fue apartado de su cátedra por ser “pública y notoria la desafección […] no solamente por sus actuaciones en las zonas que han sufrido la dominación marxista, sino también por su pertinaz política antinacional y antiespañola en los tiempos precedentes al Glorioso Movimiento Nacional”. Fue sometido a dos consejos de guerra en marzo de 1940. En el primero, por “auxilio a la rebelión”, ante la denuncia hecha por los médicos falangistas Francisco Marco Merenciano, Ángel Moreu González-Pola (que posteriormente llegó a catedrático de Oftalmología de la Universidad de Santiago) y Antonio Ortega Tena, y fue condenado a muerte, recomendando sin embargo la propia sentencia la conmutación por una pena de reclusión de treinta años y un día.
Dos días después de emitirse, el delegado provincial de Sanidad José Rosa Meca —antiguo miembro de Renovación Española y presidente de Colegio de Odontólogos— reclamó un nuevo juicio, enviándole al auditor de guerra el texto de una conferencia que el doctor Peset había impartido en 1937 en la que éste criticaba la sublevación calificándola de respuesta inadecuada de los que no habían aceptado que habían perdido las elecciones, logrando una segunda sentencia en la que no había ninguna recomendación de gracia.
Hubo una amplia campaña en favor del indulto, en la que participaron prestigiosos científicos de toda Europa e incluso el arzobispo de València, Prudencio Melo, pero Francisco Franco, que tuvo sobre su mesa la posibilidad de conmutar la pena, no hizo nada, lo que traducía su interés de que fuera ejecutado. De esta manera, el franquismo mataba a una de las mentes más brillantes de la ciencia española, un pionero en la investigación epidemiológica, un profesor de prestigio y un innovador en la salud pública que de seguro, de no haber sido ejecutado, habría seguido las investigaciones para preparar al país y a los ciudadanos contra futuras epidemias como la que estamos viviendo.
Fuente: Lavanguardia.com