Una exposición recupera en el Mnac una parte de la obra fotográfica de Mey Rahola.
Hacía poco que la guerra había terminado y que se había empezado a quitar el morado de las banderas. Manuel Azaña, el último presidente de la Segunda República, había pasado la frontera en febrero de 1939, a dos meses de la derrota definitiva. Amenazado por muchos, odiado por los suyos y por aquellos que le dieron la espalda en el último momento, se había quedado solo. Cipriano Rivas Cherif, su cuñado y hombre de confianza, ya había sido arrestado por la Gestapo para satisfacción de Franco, y el ex presidente se había quedado aislado, con la salvedad de la compañía de su esposa Dolores. El embajador español José Félix de Lequerica y el cuñado de Franco, Ramón Serrano Suñer, querían que el viejo republicano fuera detenido para ser llevado a España donde sería juzgado. Su sentencia ya estaba dictada desde hacía tiempo.
Pese a todas las presiones, Azaña, ya gravemente enfermo, en 1940 tuvo todavía fuerzas para posar ante la cámara de Mey Rahola, una fotógrafa catalana que era consciente de que tenía ante ella a un testimonio de la Historia que se estaba apagando poco a poco. Con la vista cansada, aún pudo abocetar lo que parecía una sonrisa, pero era consciente de que su tiempo y su mundo se acababan para siempre. Azaña murió el 5 de noviembre de 1940 en la habitación de un hotel de Montauban. Unos meses antes, en el mes de junio, Rahola y su esposo Josep Xirau, en compañía de sus hijos, trataban de buscar refugio y huir de lo que parecía el imparable ascenso del terror nazi en Europa.
La aventura personal y artística de Mey Rahola es el hilo conductor de una importante exposición que abre ahora sus puertas en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (Mnac) y que se complementa con otra que podrá verse en el Museu de l’Empordà, en Figueres. Ambas muestran dibujan un retrato de una de las primeras fotógrafas catalanas de todos los tiempos, una autora que supo moverse en las primeras décadas del siglo pasado entre la tradición y la nueva mirada que ofrecían las vanguardias artísticas.
Mey Rahola fue una de las contadísimas mujeres que tuvieron el reconocimiento de los círculos fotográficos catalanes durante los años republicanos, algo insólito en un mundo enteramente dominado por hombres. Ella se convirtió en el ejemplo de mujer moderna adelantada a su tiempo. Su obra, debidamente firmada y ordenada, ha estado oculta durante medio siglo, disperso en los archivos de los herederos de Rahola. Entre 2020 y 2021 algunas de sus fotografías empezaron a formar parte de las colecciones del Mnac que no dudó en adquirirlas por su gran calidad.
Pero ¿quién era esta autora? Remei “Mey Rahola de Falgàs había nacido en 1897 en León, creciendo en Madrid, con una familia que pasaba los veranos en Cadaqués. En 1921 se casó con el jurista y político republicano Josep Xirau con quien se instalaría en Barcelona. Fue en la capital catalana, a partir de 1932, cuando decidió dedicarse de manera profesional a la fotografía, algo que convirtió en algo más que una afición doméstica. Fue a partir de ese momento que su trabajo empezó a llamar la atención tanto en exposiciones como en publicaciones, además de contar con el respaldo de la que era la institución de referencia en el tema en la época: la Agrupació Fotogràfica de Catalunya.
Precisamente gracias a este apoyo Mei Rahola pudo contactar con dos de los más destacados socios de la entidad, Antoni Campañà y Joaquim Pla, quienes le ayudaron a que su obra pudiera estar presentes en salones internacionales, en algunas de las muestras en las que la Agrupació participó. En la exposición en el Mnac puede constatarse cómo captó Rahola un mundo en transformación, haciendo de la juventud el mejor vehículo para mostrar esos cambios. Fue su hija Maria Teresa una de las modelos con la que representar a la mujer dinámica, deportiva y antirromántica. Otro reportaje interesante fue el que llevó a cabo en la primavera de 1936 cuando recorrió una España en la que empezaban a escucharse los tambores de guerra.
Precisamente el golpe de Estado militar de julio de 1936 acabó con todo, también para Mei Rahola quien realiza alguna colaboración puntual para la propaganda republicana, además de reflejar todo el dolor que estaba causando la contienda, como lo demuestra en la imponente fotografía titulada “La cola del pan”.
Con el final de la guerra, toda la familia se vio obligada a exiliarse en Francia. En Lyon, Mei se profesionalizó gracias a todo lo hecho anteriormente en Cataluña. Eso le permitió sobrevivir durante los años de la Segunda Guerra Mundial. Cuando los aliados ganan, Rahola pasó a Vaucresson, cerca de París, donde llevó una vida independiente, sin olvidar nunca la fotografía. Fue allí donde falleció el 17 de agosto de 1959.
Artículo original: Víctor Fernández https://www.larazon.es/