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Novedad: Comuneros contra el Rey, de Manuel Azaña

Azaña reescribe la historia en el 80 aniversario de su muerte y 500 años después de la revolución comunera

Nos complace presentar la última novedad bibliográfica que se ha publicado de Manuel Azaña. La editorial Reino de Cordelia sigue con su afán de rescatar la obra de Azaña y esta vez le toca el turno a este ensayo de tipo histórico, que cuenta con la edición y un magnífico prólogo de Isabelo Herreros. Sin duda estamos ante una lectura más que recomendable, que aspira a limpiar una imagen distorsionada de lo que fue la revuelta comunera, aquella que culminó en derrota en la batalla de Villalar de los Comuneros (Valladolid) en 1521 y la posterior defensa agónica en tierras toledanas.

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Frente a la teoría de que el levantamiento de los Comuneros supuso un ataque a la modernidad que Carlos V traía de Flandes, Manuel Azaña ve en ella la primera revolución popular contra el absolutismo. Una apuesta lanzada hacia el futuro, tan moderna que seguía viva cuatro siglos después, en vísperas de la Segunda República. Sumergiéndose en las fuentes de la época, el que fuera presidentede la República demuestra la vigencia del pensamiento comunero tras examinar celosamente los documentos recopilados sobre la Guerra y la revolución de aquellas Comunidades de Castilla entre 1520 y 1522. En el ochenta aniversario de la muerte de Azaña, en esta obra el gran intelectual republicano confirma que la sublevación castellana, de la que se cumplen ahora quinientos años, reclamaba igualdad, contribución fiscal para cualquiera —sin aceptar privilegios de la nobleza—, Cortes independientes de la voluntad real… y, en suma, todo lo que constituye una revolución moderna.

Del prólogo de Isabelo Herreros:

[…] Azaña se había mostrado muy crítico con la Historia de España que se impartía en los colegios, basada en una mitificación desmesurada de pasadas glorias y héroes, y centrada en los Reyes Católicos y la dinastía de los Austrias. Esta historia, que era la oficial, resucitaba siempre a los enemigos externos de España, y se utilizaba para avivar rencores y viejos agravios. Se exaltaba la alianza del altar y el trono, que nos había llevado a las más altas cotas del fanatismo y de la intolerancia, con la Inquisición, al tiempo que se ocultaba un pasado vinculado a otras corrientes humanitarias y liberales, o peor, se tergiversaba la historia de las luchas internas, y se demonizaba a los vencidos, como fue el caso de las Comunidades de Castilla. Es por lo mismo que se instala la duda y el cuestionamiento de los libros de Historia en el joven Azaña, y, cada vez que aborda un trabajo de crítica o de investigación, acude adiversas fuentes, documentos y archivos; no se conforma con lo que otros, aunque sean reputados historiadores, han escrito. Entre los estudios que tenía Azaña en proyecto estaba uno de crítica de toda la literatura de la Generación del 98. No lo llevó a cabo, por pesar más en la balanza su vocación política, pero realizó algunas «incursiones», como en el caso de Ganivet. En 1921 publicó un artículo en La Pluma, a propósito de una serie de conferencias y homenajes que trataban de recuperar su figura, en unos casos para la exaltación nacionalista española y en otros como reivindicación de un crítico de nuestro país, con dolor de España, tan del gusto del 98.

[…] En la historia oficial queda la versión [defendida por Ganivet] de que los comuneros eran señores que defendían privilegios feudales frente al joven emperador que venía de Alemania. Tendrán que pasar muchos años para que sea reconocida esta relevante aportación historiográfica de Manuel Azaña, y será un hispanista, Joseph Pérez, quien lo haga en 1970, si bien no es hasta 1990 cuando sus estudios sobre los comuneros vean la luz en nuestro país. Mientras tanto, durante todo el franquismo se siguen teniendo por buenas las peregrinas teorías de Ganivet, que a su vez seguía la senda de Manuel Danvila, pero sin molestarse en leer los documentos que este aporta también sin haberlos leído; así se ha escrito nuestra historia. Otro tanto, o peor, hizo Gregorio Marañón, tan del gusto de los de la Tercera España, que llegó a exponer la extravagante tesis de que el grito de guerra de los comuneros era el de Viva la Inquisición. Puede señalarse la excepción de José Antonio Maravall, muy valorado en los años ochenta, y lo hace Joseph Pérez, concediéndole que «desconocía las reflexiones de Azaña». Efectivamente, como señala el profesor Pérez: «Estamos ante un caso inaudito: ¡historiadores serios que se refieren a textos publicados pero que no los han leído!».

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