BAGARÍA I BOU, Luis
(En Política, Nº 13. Enero-febrero, 1995). Por José Esteban
[Barcelona, 1822-La Habana (Cuba), 1940]
En las mejores caricaturas que Bagaría hizo de sí mismo, y le encantaba autocaricaturarse, aparece con taparrabos y unas plumas en la cabeza. Y en esta tendencia al selvatismo se encuentra toda ia filosofía moral en que el genial dibujante sustenta el inmenso edificio de sus "monos", o, lo que es lo mismo, su crítica mordaz a la sociedad que el hombre "civilizado" ha construido, incluso para el selvático. Hasta el punto que puede decirse que una caricatura de llagaría es, en esencia, la lucha dramática de un hombre sencillo, humilde, de la selva, que protesta y gime contra las ingeniosas maldades de los hombres constituidos en sociedad.
Para explicarnos tan sencillo, pero a la vez tan complicado argumento, Bagaría se ha servido de un procedimiento tan antiguo como la literatura: usar a los animales para, fabulando sobre ellos, ridiculizar, cual moderno Esopo, la tendencia a la crueldad del ser humano. Recordemos algunas de sus excepcionales caricaturas.
En un claro de la selva vemos a un grupo de animales reunido en la actitud de celebrar un juicio. El león actúa de juez, y a su lado se agrupan el elefante, la cabra, el leopardo. ¿Pero quién es el reo? El mono, un pobre ejemplar de mono con lágrimas en sus casi humanos ojos.
—¿Por qué me condenáis?
Y el león, implacable, responde:
—Por parecido al hombre.
Y toda la selva parece ratificar tan razonable sentencia.
Eas impresionantes cualidades de Bagaría como caricaturista político, tuvieron expresión en un tiempo español determinado; un tiempo que comprende desde la aparición de "La Tribuna" diario maurisla de la tarde, en 1912, hasta el estallido de la guerra civil, o, mejor dicho hasta la fecha de su muerte, en Cuba, exiliado, en 1940.
Nacido en Barcelona el 22 de agosto de 1882, inició desde muy joven sus colaboraciones gráficas en la prensa catalana, así como exposiciones de sus dibujos. Su vida bohemia le llevó a México y Cuba donde gozaba de cierta fama ya en 1909. Radicado en Madrid en 1911, comenzó a trabajar para "La Tribuna", con caricaturas de artistas y políticos. De aquí pasó a la inolvidable revista "España", que dirigieron Ortega, Araquistain y Azaña, donde sus dibujos constituían la portada y muchas veces el verdadero editorial.
Dulce, bonachón, bohemio y republicano, admiró la figura de Pí y Margall y perteneció al Partido Socialista, después al Radical Socialista para pasar definitivamente, con su amigo Manuel Azaña, a formar parte de Izquierda Republicana, cuyo manifiesto fundacional firmó.
De la revista "España" pasó a ser el ilustrador fijo de "El Sol", ocupando durante años su primera página y retratando, siempre con ingenio y humor, a toda la fauna española del momento. Cuando este diario, por tantas razones inolvidable, dio un giro monárquico, Bagaría comenzó a publicar en "Crisol" y más tarde en "Luz", acompañando a los escritores republicanos.
Durante todos estos largos años, sus caricaturas, servidas todas las mañanas, como si de un desayuno irónico se tratase, se convirtieron en el mejor tonificante para una inmensa mayoría de españoles, cumpliendo una decisiva función de educación socio-política. Porque si comparamos los dibujos de Bagaría con tanta retórica hueca, con tanto artículo anodino, tenemos que quedarnos con sus famosos protagonistas que constituyen hoy un verdadero museo nacional que nos ayuda a la clarificadora comprensión de una época y unos hombres.
Bonachón, sentimental y republicano, Bagaría ocupó las páginas más importantes de los periódicos de la época y sobre él han escrito los mejores escritores de aquel momento, que siguen siendo los de éste. Su sensibilidad de hombre bueno tuvo que sufrir el dolor de la caída de su república y la guerra civil, la muerte de uno de sus hijos y la triste sensación de vencido en su lucha por una sociedad más justa. Sacó sin embargo fuerzas de flaqueza para llegar a Cuba, y, una vez allí, cansado, enfermo después de una difícil huida desde París, falleció. ¡Como si hubiera cifrado sus energías en llegar hasta el adorado Caribe de su juventud!
Hoy, a los cincuenta y cinco años el nombre de Bagaría dice muy poco a los "nuevos españoles". Quizá porque mostró con toda crudeza y humor la siempre lacerante realidad española.
«—Se conoce que le gusta a usted copiar cosas tristes.
—Pues si viera el original.»