entierro Manuel Azaña

¿Por qué Azaña fue enterrado en Francia con la bandera de México?

El homenaje del presidente del gobierno español Pedro Sánchez y del presidente de la República francesa Emmanuel Macron  ante la tumba de Manuel Azaña en Montauban ha reavivado el debate sobre las circunstancias de su muerte y el deseo, expresado hace poco por la vicepresidenta Carmen Calvo, de repatriar sus restos a España. Sobre lo segundo, sus familiares más cercanos ya han expresado su oposición recordando las palabras que dijera el ex presidente de la República: “Que propaguen mis doctrinas si se cree conveniente, pero mi cuerpo es de la tierra donde caiga”.

Con la recuperación de la democracia en España fueron exhumados los cadáveres de algunos líderes republicanos como Alcalá-Zamora, Largo Caballero, Indalecio Prieto o Martínez Barrio. Sólo quedan dos grandes nombres ilustres enterrados en las poblaciones donde encontraron la muerte, casi inmediatamente después de la guerra civil: Azaña en Montauban y Antonio Machado en Colliure.

Azaña se exilió primero en Collonges-sous-Salève, cerca de Ginebra, donde estuvo hasta noviembre de 1939, y luego en Pyla-sur-mer, al lado de Arcachon, donde permaneció hasta la ofensiva nazi de junio de 1940. En esta última población convivió con el político Josep Xirau, de Figueres, su mujer Mey Rahola, de Cadaqués, y sus hijos. Precisamente ahora se ha recuperado el archivo fotográfico de Mey Rahola, que incluye algunas de las últimas fotos que ella misma le hizo en Azaña en Pyla. Curiosamente un hermano de Josep, el filósofo Joaquim Xirau y su mujer Pilar Subias, ambos ampurdaneses también, acompañaron a Antonio Machado en su salida de Catalunya en 1939 hasta Colliure, donde el poeta se quedó ya muy enfermo y falleció al cabo de pocos días.

Empujado por el avance de los alemanes y amenazado incluso de secuestro por parte de policías franquistas infiltrados, el presidente Azaña se trasladó a la localidad de Montauban. Enfermo del corazón, falleció cuatro meses después, el 3 de noviembre de 1940.

A los pies del sencillo ataúd que lo llevó a la tumba se depositó una bandera republicana del batallón de escolta que le rindió honores antes de salir de España. En una larga carta a Angel Ossorio, Azaña le había explicado las circunstancias que habían rodeado aquel acto en La Vajol: “Revisté el batallón a la llegada. Hablé con oficiales y soldados. Pese a todo, conservaban un espíritu magnífico. ¡Lastima de gente! Al marcharme el batallón formó de nuevo. Tambores y trompetas batieron. Desde la cabeza de la formación, descubierto, grité: ‘Soldados, ¡viva la República!’. Respondieron con frenesí. De entre las filas, un soldado clamó: ‘Viva don Manuel Azaña…’ La misma respuesta. Del grupo de los políticos catalanistas, un poco apartado, partió una voz: ‘¡Visca Catalunya!’. No contestó nadie. La escena, en su sencillez, era desgarradora. Todos (y yo mismo, un poco por sorpresa), nos dimos cuenta de lo que significaba. Me alejé despacio, solo, delante del acompañamiento que me seguía en silencio. La verdad es que yo no podía más. Dos días antes había recogido la bandera del batallón, que ahora, desplegada en una de las paredes de mi cuartito de trabajo, es tema de contemplación ascético política, porque me servirá de mortaja”.

Pero las autoridades francesas, colaboracionistas del gobierno de Vichy, prohibieron que se le diese un entierro de jefe de Estado y tampoco permitieron que lo acompañase la bandera republicana. La versión, digamos oficial, asegura que el ataúd fue cubierto con una bandera mexicana proporcionada por la  embajada de este país. Su presidente Lázaro Cárdenas era el único mandatario que se volcó en el apoyo de los republicanos estaba ayudando a los exiliados y estaba dispuesto a acoger a Azaña. Pero Isabelo Herreros, historiador y presidente de la Asociación Manuel Azaña, que pudo consultar el informe policial del entierro, asegura que no hubo banderas y que todo fue una invención del embajador mexicano, Luis Rodríguez. Y en alguna de las fotos del sepelio, efectivamente, no parece que hubiese ninguna bandera.

Archivo Asociación Manuel Azaña

Artículo original JOSEP PLAYÀ MASET https://www.lavanguardia.com/

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