Por razones que a nadie se le escapan, no podemos celebrar como nos gustaría el aniversario del 14 de abril de 1931, una fecha asociada a las libertades, al laicismo y a la justicia social.
Hoy es martes, como lo fue el día de la proclamación pacífica de la Segunda República. Tras la victoria electoral de la Conjunción Republicano-Socialista en unas elecciones municipales, cuyo resultado fue interpretado en clave plebiscitaria, el pueblo español se convertía por vez primera en el protagonista de la historia y lo celebraba en las calles y plazas.
Un rey felón, Alfonso XIII, responsable de una dictadura militar de siete años y de todo tipo de desafueros, salía de palacio por la puerta trasera, camino de Cartagena y del exilio.
El célebre poeta Luis de Tapia publicaba en el diario La Libertad sus Coplas del día, y en esta ocasión reflejó, como difícilmente lo puede hacer una crónica, el sentir de todo un pueblo, ante un día histórico con mayúscula:
¡SE fue!… ¡Por la carretera
marcha un rey a la frontera!…
¡Un día de primavera
brinda al aire aromas mil!…
¡Se fue, entre finos olores
de los almendros en flores!…
¡Qué gran castigo, lectores!…
¡Dejar a España en Abril!…
¡Se fue!… ¡Las lindes floridas
le daban sus despedidas
con su floración triunfal!…
¡Se fue llevando a ambos lados
de su coche a los soldados
esqueléticos de Annual!…
¡Se fue!… ¡No es duro el castigo;
del pueblo se hizo enemigo
y le abandonó la grey!…
¡No habrá Historia que le absuelva!
¡Que se vaya!… ¡Que no vuelva!…
¡Viva la España sin rey!
¡Se fue!… ¡Sobra toda saña!
¡Ya es triste cruzar la España
cuando es flor todo el país!…
¡Cuando en fecundos olores
florecen todas las flores,
menos las flores de lis!
El poder fue dejado en la cuneta por los viejos partidos dinásticos, que vivían en una España que ya no existía, por lo que un comité revolucionario, integrado por republicanos y socialistas, se hizo cargo del gobierno y comenzó la difícil tarea de dar respuesta a las demandas de libertad, igualdad y justicia social, acabar con el poder de los caciques y la aristocracia parasita, así como emprender la secularización de la nación, tras siglos de dominación de la intolerancia católica, es decir la modernización que suponía una República laica.
También asumió el reto de poner los cimientos para convertir en realidad los sueños de la Institución Libre de Enseñanza, es decir, llevar las escuelas y la cultura a todos los rincones del país, y hacer de España un país europeo y de los mas avanzados del mundo.
La Iglesia católica encabezó desde el primer momento una oposición fanática, alimentando odios y discursos violentos, para acabar como fuera con la República del Pueblo; no quería perder sus privilegios y poder.
La Historia seria ha situado a cada uno en su lugar, pero no está mal recordar como fueron las cosas, sobre todo para no perder la perspectiva, y tener claro donde se encuentran los enemigos de la libertad.
Entre aquellos nuevos gobernantes del 14 de abril se encontraba Manuel Azaña, un funcionario de alto nivel, además de escritor y traductor, que conocía como nadie la Administración Pública, y que sin embargo no había ocupado ni siquiera un cargo de modesto concejal. Se convirtió en la revelación de la República, por la solvencia de las reformas que llevó a efecto, entre otras la del Ejército.
Su oratoria impactaba y conectaba con el pueblo, y es quizás por lo que los primeros años de gobierno republicano-socialista, han pasado a la Historia como el bienio azañista. Aquella explosión de ilusión y libertad fue rememorada años después por don Antonio Machado, amigo de Manuel Azaña y también miembro de su partido, Izquierda Republicana, cuando el mismo pueblo que había conquistado la República la defendía en los frentes de combate; lo hizo de esta manera, a través de su heterónimo Juan de Mairena, es decir, como un profesor cuenta las cosas a sus jóvenes alumnos:
“Vivimos hoy, 14 de abril de 1937, tan ahincados en el presente y tan ansiosamente asomados a la atalaya del porvenir que, al volver por un momento nuestros ojos a lo pasado, nos parece aquel día de 1931, súbitamente, como imagen salida, nueva y extraña, de una encantada caja de sorpresas.
¡Aquellas horas, Dios mío, tejidas todas ellas con el más puro lino de la esperanza, cuando unos pocos viejos republicanos izamos la bandera tricolor en el Ayuntamiento de Segovia!… Recordemos, acerquemos otra vez aquellas horas a nuestro corazón. Con las primeras hojas de los chopos y las últimas flores de los almendros, la primavera traía a nuestra República de la mano. La naturaleza y la historia parecen fundirse en una clara leyenda anticipada o en un romance infantil.”
Isabelo Herreros- Presidente de la Asociación Manuel Azaña (AMA)